Sopeña de Curueño

Sopeña de Curueño

Sopeña de Curueño

Último pueblo del municipio por el sur, se apartó de la carretera y se ubicó al otro lado del río, en su margen izquierda. El río es su punto de encuentro con el mundo, y así resulta habitual oir incontables historias de truchas y pescadores, de gallos ´indios´ y lances de agua, recodos escondidos y presas que discurren por parajes de verde, hasta su vuelta al río caudal.

No parece difícil interpretar el topónimo de Sopeña, (que significa ´bajo la peña´) aunque en todo caso la elevación a que se hace referencia es el suave cordal del monte Carabedo, que se prolonga hasta enlazar con los terrenos comunales de Candanedo y de Lugán, en vertiente del Porma.

Sopeña es ya en el siglo XVI un pueblo que pertenece al arciprestazgo de Curueño, del que pasó al Concejo del mismo nombre, durante el siglo XVIII. Su antigüedad lo haría acreedor a importantes vestigios históricos, si no hubiera sido por dos devastadores incendios que sufrió el pueblo, que destruyeron huellas irrecuperables de su ancestral vida comunitaria.
Paseando por sus calles, de apacible sabor rural, nos topamos con una hermosa iglesia, cuya pared frontal, soporte de su espadaña y campanario, está hecha de ´cantos del río Curueño´. La simbiosis entre edificación y paisaje es, por tanto, total, y el pueblo parece mirar al mundo a través de un espléndido ´óculo´ que adorna una pared del templo. Está tallado en un solo bloque de color rosáceo; mirador circular y al mismo tiempo paso de aire.

La iglesia tiene por patronos a ´Los Mártires´ , cuya celebración corresponde al día 18 de enero, si bien habilitó como fiesta de verano la fecha del 16 de agosto.

Sopeña de Curueño

Sopeña de Curueño

Al igual que Boñar disfrutó hasta hace poco de su árbol totémico “El Negrillón”, de corpulencia y altura desmesuradas, hasta que lo abatió una enfermedad que atacó a los olmos, procedente del norte de Europa, Sopeña tiene su propio árbol de referencia: Es “La Nogalona”, un majestuoso ejemplar de nogal. Para los habitantes de Sopeña, madre y abuela de todos los nogales del mundo, que vigila los juegos y mide los sueños de todos los niños de este pueblo. No es, aunque debiera serlo, bien de interés cultural y objeto de especiales atenciones. Sin embargo, su nombre apadrinó la Asociación Cultural y el centro recreativo del lugar, cuyas actividades, como la hoja del nogal, recobran ritmo o vida en el verano, cuando vuelven sus hijos y los nuevos brotes dejan en el olvido el paisaje de nata de los inviernos de esta ribera.
En Sopeña se recoge una miel sin parangón. Es el homenaje de oro de un recodo dulce y florido que teje el río.