Gallegos de Curueño - Panoramica

Gallegos de Curueño – Panoramica

Gallegos de Curueño no podría desmentir, aunque quisiera, su origen como lugar de repoblación, por más que no se conserven referencias escritas de los ´gallegos´ arribados aquí, en circunstancias desconocidas.
Todo en Gallegos parece envuelto en el ensueño: La extremada dulzura del paisaje, los azarosos antepasados, el hermosísimo entramado de las acequias que rodean el pueblo, sorteadas por pontones de arquitectura secular… la extraña advocación de su iglesia parroquial, que es ´San Pedro ad víncula´, celebrado el 1º de agosto, y que las gentes recitan en latín puro, aunque prefieren dar al santo el familiar nombre de San Pedrín.

Iglesia - Gallegos de Curueño

Iglesia – Gallegos de Curueño

La iglesia y su espadaña es el único edificio fraguado en piedra, material que las casas emplean solo hasta la altura de los zócalos, sustituido por el adobe o el moderno ladrillo, una vez asegurados los cimientos contra la insidia de la humedad. Los doce vecinos que abren sus puertas en invierno son, por supuesto, insuficientes para rearmar una razonable vida comunal.
De las acequias y sus pasos debería hacerse alzado topográfico, para inventariar la extremada presencia del agua, la belleza de los caminos, el trazo de los siglos. Porque allí, en el medio mismo del pueblo, y a pie de carretera, el ojo se ilumina con la presencia de un pontón de piedra, que salva la acequia, cuyas claves de sujeción son humildes dovelas que garantizan al paso la pervivencia de los siglos.

Puente romano - Gallegos de Curueño

Puente  – Gallegos de Curueño

Dicen algunos comentaristas que se trata de un ´puente romano´. El origen romano del pontón sería posible por estructura y duración, pero nada lo avala, al no estar situado en tramo de Calzada, sino en la humilde servidumbre de paso de hombre. Si no fuera romano, sería medieval, o lo harían ´los gallegos´ a su arribada a estos dominios. El humo del tiempo se difumina aquí como en ensalmo. Ya lo advirtió Julio Llamazares, hablando de este pontón con un vecino, que confesó la antigüedad del paso, como muy anterior a los romanos, … podría ser de los moros, con decir que mi abuelo ya lo conoció siempre ahí……

En todo caso, la anécdota no empequeñece en absoluto la belleza serena de estas piedras venerables que bordan la presa, la sujetan al cauce, la defienden del ´todo pasa´del filósofo griego. Nunca la belleza ha sido cuestión de volumen o cantidad.
Vemos aquí cómo el agua y el tiempo, el verde y la memoria nebulosa de los vecinos, cuyos apellidos no responden a cánones galaicos (Getinos, Lorenzanas) nos señalan, una vez más, la extrema fragilidad de los recuerdos.