Cerulleda es penúltimo pueblo en la ruta que nos lleva a los puertos; uno de los primeros en acumular historia, belleza y tradición .
Cuatro kilómetros sobre Lugueros, 1.280 m.de altitud, y un nombre inexplicado, ya presente en el siglo XIII, como ´Ceroleda´, son sus coordenadas.
Pero la frialdad de estos datos palidece ante la serie encadenada de prodigios que conserva este pueblo. Su arquitectura se atiene con fidelidad al modelo tradicional, pues tuvo suerte y no se quemó en la guerra civil. Ello permite ver paredes y cornisas, arcadas y casas solariegas con los escudos de sus hidalgos de armas pintar, (Vecillas y Cansecos) , de los que un ejemplar policromado se conserva dentro de la iglesia.
Entre las joyas que se salvaron desde épocas pasadas, pueden verse en el templo parroquial una imagen tiernísima del Niño Jesús de Praga, inverosímilmente policromada, una entrañable Virgen de vestir y una capilla lateral con pinturas murales, y las leyendas alusivas a su fundación.
De Cerulleda se conservan, por extraño milagro, sus antiquísimas Ordenanzas, que en su momento serán publicadas y comentadas, como un hallazgo excepcional, para conocer la organización comunal de un pueblo de este municipio, en el pasado.
Pero lo más visible, lo más impactante de Cerulleda, son sus tres puentes sobre el Curueño, en el brevísimo espacio de una mirada. El superior y el inferior son de traza romana, con retoques medievales, y su visión cautiva, por la perfecta estructura de sus arcos de piedra, la belleza del río, la sensación de estar en presencia de un episodio vivo de nuestra historia. El central es un puente moderno, para el paso de carga pesada.
Un restaurado molino, sobre el puente cimero, sirvió de casa y escritorio a Jesús Fernández Santos. Para este pueblo, cuyo ambiente rural le cautivaba, y para sus gentes, escribió ´Los bravos´ una de sus mejores novelas. El pueblo le correspondió nombrándolo hijo predilecto.