Es fácil percatarse de que Tolibia de Abajo fue en el pasado un pueblo de hidalguía, del que persisten variados restos en su iglesia y en sus casas de piedra.
Asomado a una amplia terraza donde se abre el Curueño, la vega dulcifica allí el paisaje, con praderíos y frutales, después de los fragores de las Hoces.
Visitando la iglesia, se puede ver en el pavimento de una capilla lateral el escudo de las familias Orejas, Canseco y Getino, tres apellidos notorios de la zona, que labraron en diversos pueblos una importante variedad de escudos nobiliarios. Dicha capilla se corona de hermosísimo ábside gótico, y su pila bautismal parece ser del siglo XII.
Datos con que la piedra certifica su antigüedad, para añadir a la mención del Becerro de Presentaciones, donde se nombra la parroquia como Toliuia de Yuso (O de abajo, según terminología medieval), y que celebra fiesta el día del Carmen, 16 de julio.
Al menos tres escudos más se muestran en paredes desafiando al tiempo. El dintel de una puerta conserva una gran losa en que figura grabada la leyenda “Cátedra de latinidad”. No parece aventurado pensar que en este pueblo, que en el año 1900 contaba con ciento veinte habitantes, existió una ´Preceptoría´, o escuela preparatoria en religión y latín para los niños que deseaban emprender la carrera eclesiástica.
En la salida hacia Lugueros, del que solo dista un kilómetro, se alza la estatua de un célebre maestro de principios del siglo XX: Don Pedro García de Robles, cuya huella en los habitantes de todo el concejo fue tan profunda que sus discípulos, ´ indianos ´ hicieron tallar su busto en el año 1916. Preside allí, sobre la vega, la preminencia de la cultura sobre cualquier otra manifestación humana.
Tolibia convirtió su escuela en centro cívico y casa del pueblo, donde se mantiene gran actividad durante los veranos, cuando las calles vuelven a latir. Se había cerrado en el 1980, como en tantos otros pueblos del municipio. Si ascendemos por la derecha, abandonando el dulcísimo arroyo de Las Tolibias, alcanzamos en breve la cueva de Valdemaría.
Una galería principal de casi dos kilómetros se adorna de formaciones calcáreas, estalactitas y estalagmitas, con coloridos imprevisibles. La cueva se completó con cientos de útiles y réplicas prehistóricas, que recrean las condiciones de vida de los hombres primitivos. Últimamente está cerrada, esperando que sea por poco tiempo.
En Tolibia es fácil encontrar un grupo de mujeres que recita una hermosa variante del romance de La Dama de Arintero, a la que añaden estribillo. Si el ambiente es propicio, regresan al pasado y cantan durante horas el folklore más puro de nuestra geografía.
Resulta ameno y gratificante pasear sus callejas. Beber en sus fuentes. Oír su latido ancestral.
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