¿“Dónde se unen el Porma y el Curueño “?
“Depende” le contesta un niño a Julio Llamazares, que está a punto de iniciar la ruta del ´Río del olvido´, acodado al pretil del puente que separa Ambasaguas de Barrio de Nuestra Señora.
Pues los caprichos de la naturaleza y del hombre hacen que ambos pueblos se disputen este privilegio, aunque Ambasaguas lleve ventaja en el terreno de la toponimia. Y si paseamos por la zona con la necesaria atención, advertiremos un tercero en discordia: Devesa de Curueño, cuyas casas avistan ambos ríos, en el momento (¿tierno, épico, geográfico?) que unen sus corrientes, camino del sur.
De modo que estamos en presencia de un ´triángulo mágico´, asentado entre el verde y el agua. El río Curueño, que nace en Vegarada, a 1.560 metros de altitud, abandona su individualidad unos 48 kilómetros más tarde, precisamente aquí, arropado por los pueblos más bajos del municipio, en un paraíso de sotos y praderas, fuentes y acequias, lomas suaves y campos de cultivo. Es un breve universo, donde la majestad de las cumbres se ha dulcificado, y en tan escaso espacio asume todos los registros de la belleza.
¿Dónde se unen el Porma y el Curueño? Sencillamente en este triángulo invisible de sotos y riberas, en que se ensancha la mirada y las aguas nos bañan el corazón.
Coordenadas de una geografía de verde y agua
El municipio de Santa Colomba de Curueño, con sus ocho núcleos de población, está ubicado en un estrecho valle de pastizales en la parte sedimentaria del río Curueño. Durante el Cuaternario, el río ha modelado, mediante la divagación lateral de su cauce, este valle fluvial, entre las laderas laterales que lo separan del Torío y del Porma.
A medio camino entre León y La Vecilla, Santa Colomba es un punto estratégico, donde no se sabría qué admirar más: su exuberante manto verde, el omnipresente fluir del agua, los pueblos extendidos a la vista del río, cabañas de vacas en blanco y negro, auténticos rebaños de cigüeñas que hormiguean los prados y señorean las espadañas, ermitas, castillos, casas solariegas, labras heráldicas, rutas, festividades….
En un repaso técnico a sus características, leemos en el ´ATLAS DE LEÓN´:
Altitud
Pueblo más alto : Pardesivil ……………………….. 965 m.
Capital del Concejo : Santa Colomba de C.…. 931 m.
Pueblo más bajo: Devesa de Curueño ………… 870 m.
Superficie: 91,95 km2.
Las especies forestales de este dominio son las típicas de ribera: Chopo, álamo, roble melojo, encina, fresno, sauce, endrino, y últimamente los pinos de repoblación. A nivel más bajo una insidiosa invasión floral recorre los caminos y festonea los sotos que dan al río.
Río, fuentes y acequias. Población.
El municipio de Santa Colomba ocupa, pues, la ribera inferior del río Curueño, aguas abajo de La Vecilla, y en su término hormiguean las fuentes a cada paso.
Bastará, para demostrarlo, repasar las que se encuentran en el término de La Mata de Curueño, entre las cuales : La Requejada, La Matalavara, Los Caños, El Corcho, El Fullascal, Laguna el Gallo, el Candanal, La Llamosa, El Mayoralgo, o El Cubilón…. Por no hablar de las tres fuentes públicas del mismo pueblo y el dédalo de presas, acequias y regatos que afloran el agua, la trasladan y distribuyen como homenaje de dulzura, por todos los rincones del territorio.
Solo un pequeño arroyo aborda el Curueño dentro del término municipal: Es el arroyo Bejil, que nace en Las Corollas (1.301 m.), avistando el Torío y se entrega al Curueño entre La Mata y Santa Colomba.
El poblamiento tiene bases antiguas, como observamos en la aparición de una pequeña estela vadiniense, de la etapa de la romanización, en el pueblo de Barrillos.
Los despoblados de que hay noticia no son muchos, pero de rastro histórico incontestable: así el núcleo romano de´Fructa Aripa´, junto al castillo de San Salvador, o el probablemente prerromano de ´Cesnera´, que aparece citado en un documento de 1197, mantienen memoria en la diplomática leonesa, aunque no nos resulten conocidos sus exactos emplazamientos.
Por los datos disponibles, se constata que la zona tuvo una población estable, durante siglos, rondando los 1.600 habitantes. Es en los últimos cien años cuando asistió también el municipio a la indeclinable y funesta despoblación del entorno rural en España, como certifican estas cifras:
Población año 1900 : 1.658 habitantes.
Población año 1950 : 2.199 habitantes.
Población año 1996 : 711 habitantes.
Población año 2008 : 595 habitantes.
Esta estadística implacable (no por general menos calamitosa) hace que la edad media de la población supere los 54 años, 10 por encima de la media provincial. Son datos que demuestran poca sensibilidad de los Poderes para con el mundo rural, al apostar por un modelo de desarrollo urbano, que ignora valores milenarios. Los hijos de esta tierra no han olvidado, sin embargo, sus raíces: Una estadística fiable nos permite asegurar que durante los veranos la población se multiplica hasta alcanzar las 2.500 personas.
El trazo grueso de la historia
Sería interesante abordar el rico panorama histórico de este municipio, antiguamente llamado ´Concejo del Curueño´ y ´Valle del Curueño´. Pero los estrechos márgenes de este medio no nos permitirán más que un brevísimo esbozo.
Desde la primera Edad Media el territorio estuvo erizado de castillos y torreones, testigos de su valor estratégico. Al ya conocido Castillo de San Salvador, frente a Santa Colomba, deben añadirse una serie de torreones de vigilancia, en las laderas dominantes, como el de La Mata de Curueño o el de Pardesivil. En casi todos los pueblos se mantiene el topónimo de ´El Castillo´, que corrige los olvidos del tiempo, reducidos a ruinas.
En el plano civil, el Concejo del ´Valle del Curueño´ (que comprendía los terrenos entre La Cándana y Devesa de Curueño) formó parte, con muy variadas vicisitudes, del señorío de los Guzmanes. Los enlaces de esta rama nobiliaria hacen que a partir del siglo XVIII el dominio territorial y administrativo esté en manos del Señorío de la Casa y Estado de Toral, gobernado desde un palacio solariego que la familia tenía en Vegas del Condado.
Esta situación de señorío civil queda visible en los innumerables blasones de los miembros y allegados de esta familia, en Devesa de Curueño, Barrio de Ntra. Señora, Barrillos, Santa Colomba o Pardesivil, y que corresponden a administradores o segundones de la rama central. Sus residencias fueron ´casas solariegas de carácter rural´, entre las cuales son significativas ´La Casona´, de Barrio de Nuestra Señora, (con los blasones de los Lorenzana, segundones de los Guzmanes), o los edificios señoriales de Devesa, Barrillos, Santa Colomba o Pardesivil…
Las Ordenanzas del pueblo de Pardesivil – felizmente recuperadas – dan fe de los tributos señoriales que se añadían en los siglos pasados a los reales (Alcabalas) y a los eclesiásticos (Diezmos, Primicias y Votos…). Estos derechos del Señorío se dividían entre ´Foros del monte´y ´Foros de vegas´. Además, en un manuscrito del siglo XIV, de la abadía de San Isidoro de León, viene registrado como Fuero de Curueño, una relación de derechos del abad sobre “nuestros vasallos de Curueño”. (Fuero núm. 131 de la Abadía de San Isidoro).
Con esta maraña impositiva, añadida al casi monopolio que los Señores tenían sobre la pesca, los habitantes de estos dominios sufrían una onerosa explotación por llano, monte y agua, que el Nuevo Régimen eliminó, a lo largo del siglo XIX.
El municipio actual
Cuando en el año 1837 se configuraron los modernos Ayuntamientos, Santa Colomba de Curueño lo fue con el número 22, e incluía los pueblos de La Cándana y Sopeña, que después pasaron a La Vecilla. El municipio pasó a tener, finalmente, ocho núcleos de población: Ambasaguas, Barrillos, Barrio de Nuestra Señora, Devesa, Gallegos, La Mata, Pardesivil y Santa Colomba (seis de ellos, con el apellido de Curueño).
No resulta sencillo trazar la línea divisoria entre montaña y ribera. Territorio fronterizo, podría decirse que estamos ya en plena ribera, pero avistando siempre la montaña, con las míticas cumbres de Peña Valdorria y Polvoreda en el horizonte. Las construcciones participan de este mestizaje, pues es frecuente ver cimientos y bases de cantos rodados, con superposición de adobes hasta el remate de las casas.
Todos los pueblos hicieron uso, hasta hace muy poco, de hábitos ancestrales, como el Concejo Abierto, la Hacendera, (o trabajo comunitario), el sorteo de los tajos de leña, (o ´Las Suertes´), los cultivos del lino, la menta,… la celebración de romerías y fiestas populares (como la Romería de Santa Ana, en Santa Colomba, o el pregón de fiestas del Corral de Sopejas, en La Mata…), la pasión por los deportes autóctonos, como la Lucha leonesa o los Bolos….
Un reguero de monumentos religiosos (iglesias, ermitas…) y civiles (casas señoriales, restos heráldicos…), una incalculable riqueza artística refugiada en las iglesias (imaginería, tallas, pilas bautismales, vidrieras, cálices, ornamentos, retablos…) dibujan el verdadero esplendor del territorio. Lo convierten en un desconocido y multicolor museo de patrimonio, lleno de joyas imprevistas, escorzos de arte y de fe que reposan tras la penumbra de los muros.
A pesar del ya comentado azote de la despoblación, los pueblos se afanan por encauzar su futuro, superando el sombrío presente de las comunidades rurales.
- Casas de turismo rural, excelentemente dotadas.
- Asociaciones culturales, lúdicas y festivas.
- Rutas de senderismo activo.
- Gastronomía diferenciada.
- Recuperación del folklore autóctono y del vestido tradicional…
- La impensable pujanza de sus revistas, donde “La Mata de Curueño. Un pueblo que nos une” alcanza una increíble estadística de longevidad.
El antiguo ´Valle del Curueño´ se abona, pues, a la cultura y las tradiciones, como elementos aglutinantes y superadores de las actuales carencias. Queda aquí escueta constancia de algunos hitos sobresalientes de este Concejo de la dulzura, anclado al borde de la unión de los ríos.